viernes, 20 de noviembre de 2009

Why do women exist?

Jean Renoir estaba convencido de que siempre había hecho la misma película, de manera que había que entender toda su filmografía como un único largometraje eternamente inacabado en el que secuencias, diálogos y movimientos de cámara podían intercambiarse sin modificar sustancialmente el resultado fina!. Renoir trabajó sobre una base conceptual -la búsqueda de la verdad- que sometía a ligeras variaciones película a película. No importaba ni el género ni los actores: la música sonaba distinta pero la emoción que despertaba quedaba intacta. La teoría del director de La gran ilusión (La grande illusion, 1937) se ajusta como un guante a las intenciones de Johann Sebastian Bach cuando compuso las célebres Variaciones Goldberg, que tomaban como base la melodía de un Aria para desplegar sobre sus notas treinta variaciones, todas de forma binaria, que no sólo exigían un intérprete virtuoso en el clavicémbalo sino también ofrecían un generoso recorrido por todos los estilos musicales, desde el más intimista y nocturno hasta el más festivo y resplandeciente. Bach explotó todas las variantes compositivas de una idea musical para demostrar la infinitud de un lenguaje que tenía tanto que ver con la perfección de las matemáticas como con la imperfección de las bellas artes. Y todas las variaciones partían de una sola melodía, de la que nacían, reinventadas, mil melodías capaces de evocar y despertar las más variopintas sensaciones.

Hay un cineasta norteamericano que no toca el clavicémbalo pero que ha seguido a rajatabla las enseñanzas de Bach. Porque Hal Hartley (Islip, Nueva York, 1959) no dirige, compone. Sus películas son canciones extrañas, que parecen cantadas por primera vez. Son, en realidad, una sola canción que trata una cantidad infinita de temas, todos relacionados con el deseo que mueve el mundo y lo desbarata y lo ordena hasta hacerlo tan incomprensible y hermoso como ese momento en el que, por fin, nos enamoramos. El sheriff filósofo de Simple Men dice: "Queréis confianza, seguridad, compromiso, garantías, promesas, esperanza, consideración, sinceridad, altruismo, intimidad, atracción, amabilidad, comprensión con o sin palabras, dependencia sin resentimiento, afecto, aceptación, poseer, perder". Eso es, justo, lo que queremos: amor sin colorantes. Eso es lo que quieren los personajes de Hartley, y eso es lo que él quiere y demuestra: amor sin reservas a un espectador que sólo imagina, amor a una manera de ver el mundo que se resume en un abrazo o un milagro.

[Sergi Sánchez, Las variaciones Hartley]