Un discípulo, que quería ver a su maestro y hablar con él, fue a llamar a su puerta.
-¿Quién está ahí?- preguntó el maestro.
-Rinzo.
-¡Vete!- gritó el maestro de forma brutal.
Incluso acompañó aquella orden con un insulto.
Rinzo se fue sin comprender, regresó unas horas después y volvió a llamar a la puerta, esta vez con más timidez.
-¿Quién está ahí?- preguntó el maestro.
-Rinzo.
-¡Vete!
Y el maestro añadió varios insultos despectivos.
Rinzo se fue muy triste y desolado. Se pasó toda la noche sufriendo y reflexionando. Al alba con los ojos hinchados y el corazón en un puño, fue por tercera vez a llamar a la puerta del maestro, que preguntó:
-¿Quién está ahí?
-Nadie...- contestó el discípulo en voz baja.
-¡Ah Rinzo!- dijo entonces el maestro. -¡Abre la puerta, pasa!
[Jean-Claude Carrière, El círculo de los mentirosos]