Se podría decir que Japón es un país más espiritual que estrictamente religioso. En Japón se dan la mano diferentes religiones sin confrontación y sus habitantes pueden celebrar las festividades que pertenecen a cada una de ellas. Una de las frases que emplean para orar resultar especialmente significativa: Kami-sama, Hotoke-sama, dōka otasuke kudasai, que significa “Dioses y Buda, ayudadme de alguna forma, por favor”. Esto nos da una idea de lo poco exclusivos que son los dioses japoneses y de cómo sus seguidores, a la hora de rezar, apuestan por más de uno.
Por ello, se dice que los japoneses profesan el sincretismo, que viene a ser la cohabitación de diferentes religiones que no tienen nada que ver, pero que se complementan, sin que creer en una evite acercarse a otra. Se entiende que no hay una verdad absoluta y que la suma de diferentes creencias enriquece al ser humano. Éste es un punto clave para entender la tolerancia a la que invita el sincretismo. Es por tanto una de las creencias menos dogmáticas que se encuentran en el mundo religioso. Y a la vez, desde el punto de vista que nos interesa que es la narrativa, abre la puerta las historias sagradas y las mitologías de diferentes cultos. En el sincretismo se dan la mano el sintoísmo, el taoísmo, el budismo y el cristianismo, como principales ingredientes de este cóctel que está abierto a nuevos sabores.
Esta convivencia pacífica de las religiones permite que aparezca un manga como Saint Oniisan. Saint Young Men de Hikaru Nakamura (2007) que relata las andanzas de Jesús y Buda en los tiempos actuales, cuando deciden volver a la Tierra y compartir piso en Tokio. El tema roza la blasfemia, sobre todo para el cristianismo que no admite reinterpretaciones de la figura del Mesías, pero en Japón no ha escandalizado a nadie y ha servido para que muchos jóvenes puedan acercarse a estos dos líderes espirituales de una forma más directa.