En el cine japonés el heroísmo se concentra en científicos y periodistas, sobre todo, en el científico comprometido en hacer del mundo un sitio más seguro (en Japón bajo el terror del monstruo, el investigador tiene el tino de llevarse a la tumba el secreto del arma suprema, eliminando una fuente de riesgos). Cuando aparecen militares se revelan poco eficaces; el último recurso entonces son las tropas americanas. Se diría que en este país, a diferencia de Estados Unidos, los soldados son irrelevantes en la consecución del consenso, una exclusión que dice mucho de la cultura política de la única nación cuya constitución ha proscrito la guerra. El rechazo a las soluciones armadas se manifiesta en Godzilla 1985, cuando estadounidenses y soviéticos conminan al premier nipón a usar armas atómicas contra Godzilla, y éste se niega: "Japón tiene una firme política: no fabricaremos, ni tendremos ni permitiremos armas nucleares. No podemos hacer una excepción, ni siquiera en una situación tan grave como ésta".
[Pablo Francescutti, La pantalla profética]