El manga es ya uno de los negocios más potentes de Japón, su país de origen, pero también ha sido un dinamizador para las empresas editoriales de todos los países en los que ha entrado. Los títulos de manga se venden mucho más que los autóctonos e, incluso, desbanca al cómic norteamericano que reinó durante tantas décadas.
Los japoneses apenas leen cómics occidentales y no están para nada familiarizados con la estética de los mismos. De hecho, es habitual que algunos súperhéroes famosísimos, como Spiderman, sean conocidos después de que se estrene una película sobre ellos y esto dispare, mínimamente, las ventas de cómics que son universalmente famosos en todo el mundo. Pero lo más habitual es que los japoneses hagan su propio Spiderman, como así pasó a finales de los 70 cuando un joven Ryoichi Ikegami, un autor clave de los 80 y 90 en el manga, realizó uno de sus primeros trabajos adaptando el personaje de la Marvel al estilo japonés por encargo de los propios estadounidenses. Otros ejemplos se dieron con personajes como Batman y The Hulk, con el mismo resultado. Ninguno cuajó.