viernes, 25 de septiembre de 2009

Matrix made in Japan

El suceso del anime en los 90 había desembocado en una peligrosa masificación. La maquinaria lanzaba productos sin cesar con una fórmula casi matemática que les garantizaba el éxito. Y así fue como algunos autores veían como sus inquietudes artísticas se diluían en un mercado en el que todo estaba inventado y en el que primaba la productividad por encima de la innovación.

El dios del manga, Osamu Tezuka, había empezado a abrir camino a finales de los 60. Realizó Sen’ya ichiya monogatari (Las 1001 noches) en 1969 y Cleopatra en 1970. Su productora, Mushi, también presentó Belladona, de Eiichi Yamamoto, que había sido ayudante de Tezuka. Como todos los visionarios, el artista se adelantó a su tiempo y ésa fue una de las razones que provocó el hundimiento de su empresa. Se trataba de productos de costes elevados para los que el mercado aún no estaba preparado. Pero la semilla que plantó germinaría en los 90, cuando Katsuhiro Ôtomo fue capaz de sintetizar su monumental manga Akira en un fascinante film, que cosechó éxitos en todo el mundo.

Otra de las obras básicas de la década es Ghost in the shell, basada en el manga del mismo nombre de Masamune Shirow y realizada por Mamoru Oshii en 1995, que abre un nuevo capítulo en el cyberpunk y prepara la estética que permitirá la aparición de películas como The Matrix.