sábado, 17 de octubre de 2009

¿Qué les hace parpadear? Walter Murch, montador

… el parpadeo es o bien algo contribuye a que tenga lugar una separación interna del pensamiento, o bien es un reflejo involuntario que acompaña la separación mental que está teniendo lugar. Y no solo es significativa la cantidad de parpadeos, sino también el instante preciso en que se producen. Y ese parpadeo ocurre donde hubiera habido un corte, si la conversación se hubiese filmado. Ni un fotograma antes ni uno después…en el cine, un plano se nos presenta con una idea, o una secuencia de ideas, y el corte es un “parpadeo” que separa y puntúa esas ideas.
En el momento en que decidimos cortar, lo que estamos diciendo, en efecto, es: “Voy a llevar esta idea a un final y empezar algo nuevo”. Es importante insistir en que el corte por sí solo no crea el “momento del parpadeo” -la cola no mueve al perro-. Si el corte está bien situado, sin embargo, cuanto más extrema sea la discontinuidad visual –desde un interior oscuro a un exterior brillante, por ejemplo- más completo será el efecto de puntuación.
En todo caso, creo que las yuxtaposiciones fílmicas tienen lugar en el mundo real no solo cuando soñamos, sino también cuando estamos despiertos. Y, de hecho, iré tan lejos como para decir que esas yuxtaposiciones no son mecanismos mentales fortuitos, sino parte del método que utilizamos para hacer que el mundo tenga sentido. De modo que si un actor consigue proyectarse a sí mismo en las emociones y pensamientos de un personaje, sus parpadeos tendrán lugar natural y espontáneamente en el momento en que los parpadeos del personaje se hubieran producido en la vida real. Y uno de los instrumentos para identificar con exactitud dónde deben estar esos momentos de corte, esas “ramas”, es compararlos con nuestras pautas de parpadeo, que han estado señalando el ritmo de nuestros pensamientos durante decenas de miles, quizá millones de años de historia de la humanidad. Donde nos encontremos a gusto parpadeando –si realmente estamos escuchando lo que se dice- es donde el corte entrará en su sitio.
Así que en realidad hay tres problemas sucesivos:
1.- identificar una serie de momentos de corte potenciales (y las comparaciones con el parpadeo pueden ayudar a hacerlo)
2.- Determinar qué efecto producirá en el espectador cada momento de corte, y…
3.- Elegir cuál de estos efectos es el adecuado para la película.

Creo que la secuencia de pensamientos –es decir, el ritmo y la proporción de cortes- debería corresponder a lo que el espectador esté mirando en ese momento. La proporción media de parpadeos en el mundo real se encuentra entre cuatro y cuarenta parpadeos por minuto. Si nos estamos peleando, parpadearemos docenas de veces al minuto porque estamos pensando docenas de pensamientos conflictivos cada minuto; así que cuando estemos viendo una pelea en una película, debería haber docenas de cortes por minuto.
De hecho estadísticamente las dos proporciones –del parpadeo en la vida real y de los cortes en el cine- son bastante comparables: dependiendo de su puesta en escena, una secuencia de acción convincente debería tener alrededor de veinticinco cortes por minuto, mientras que una escena dialogada se vería “normal” (en una película americana) con una media de seis cortes por minuto o menos. Ritmo interesante y coherente de emoción y pensamiento que permita al espectador confiar, entregarse a la película.
Si una escena se fotografía con solo dos planos –cada uno desde dos posiciones de cámara diferentes (digamos, A y B)- podemos elegir uno o el otro o una combinación de los dos. Luego disponemos de por lo menos cuatro formas de usar esas dos imágenes: A,B,A+B, B+A. Sin embargo, una vez que el número de planos se hace mucho mayor que dos –y un director puede rodar como término medio veinticinco planos por secuencia- el número de combinaciones posibles se hace rápidamente astronómico.
Hay una fórmula para esto:
C=(e x n!) – 1
“C” es el número mínimo de diferentes formas en que una escena puede ser unida utilizando (n), todos los planos que el director ha rodado para esa escena; “e” es el trascendental número 2.71828…, una de esas misteriosas constantes (como pi) que uno puede recordar desde el instituto. Y el signo de exclamación que acompaña a “n” (¡el único caso en que las matemáticas se hacen emocionales!) representa a factorial, que significa que multiplicamos todos los números hasta llegar al número en cuestión (e incluyéndolo).
Por ejemplo, el factorial de 4= 1x2x3x4=24. El factorial de 6=1x2x3x4x5x6=720, así que puede ver que los resultados aumentan bastante rápido; el factorial de 25 es una cifra muy alta algo como 15 cuatrillones: 15 seguido de veinticuatro ceros. Multipliquemos eso por (e) y tendremos (aproximadamente) 40 seguido de 24 ceros. Menos uno. De modo que una escena compuesta de solo veinticinco planos puede ser montada de aproximadamente 39.999.999.999.999.999.999.999.999 maneras diferentes.
En kilómetros, esto representa veinticinco veces la circunferencia del universo visible.

[Walter Murch, En el instante del parpadeo]