martes, 13 de octubre de 2009

Ultimátum

El universo se encoge cada día y toda amenaza de agresión de parte de un grupo, cualquiera que sea, ya no puede tolerarse. La seguridad debe ser para todos o para nadie. Eso no implica la abdicación de ninguna libertad, salvo la de actuar con malevolencia. Bien lo sabían sus antepasados, pues hicieron leyes para gobernarse y formaron una policía para aplicarlas. Nosotros, los habitantes de otros planetas, hemos aceptado ese principio: disponemos de una organización para la protección mutua de los planetas y la eliminación de toda agresión. Lógicamente, una autoridad suprema se mide por la fuerza de la policía que la protege. Para nuestra protección hemos creado una raza de robots con la función de patrullar los planetas en naves como ésta y mantener la paz. En caso de agresión, le hemos dado plenos poderes sobre nosotros; es un poder sin apelación: al primer signo de violencia, reacciona automáticamente contra el agresor. La sanción por haber provocado su acción es demasiado terrible para cualquiera que se arriesgue. De este modo vivimos en paz, sin armas ni ejércitos, tranquilos con la idea de que estamos al abrigo de la agresión y la guerra, libres para perseguir empresas más beneficiosas. Naturalmente, no pretendemos haber alcanzado la perfección, pero hemos creado un sistema y funciona. He venido a exponerles estos hechos. Poco nos importa saber cómo viven en su planeta, pero si amenazan con tornarse un peligro para los demás, la Tierra será reducida a un puñado de cenizas. Su opción es sencilla: o bien se unen a nosotros y viven en paz, o continúan con su nefasta actividad y desaparecen para siempre. Su futuro no depende más que de ustedes mismos. Esperamos su decisión.

[Klaatu, Ultimátum a la Tierra, 1951]