sábado, 31 de octubre de 2009
El Jefe
Publicó una “Declaración de revitalización” hace unos meses en la que decía que tenía la intención de rediseñar sus actividades profesionales para volver a encontrar su entusiasmo original por el cine. Después de rodar EL JEFE DE TODO ESTO, ¿se siente revitalizado?
Acabo de cumplir los cincuenta. Es una edad en la que uno piensa en lo que no le gusta de la situación e intenta hacer algo al respecto. Decidí tener más tiempo para preparar y rodar las películas, no verme obligado a rodar constantemente porque la productora (Zentropa) necesitase películas, y al final he rodado EL JEFE DE TODO ESTO en cinco semanas. Está claro que por mucho que uno grite, no sirve de nada. Por otro lado, me gustan los problemas. Las reglas siempre son un reto. Están ahí para plantear problemas. Acabo de releer la “Declaración de revitalización”, pero me parece que será difícil cambiar algo.
Al principio de EL JEFE DE TODO ESTO, dice que es una comedia inofensiva. ¿Puede una película de Lars von Trier ser inofensiva?
Me apetecía decirlo. Hace demasiado tiempo que me critican por ser demasiado político y quizá yo mismo me criticaba... por ser demasiado correcto políticamente. Hemos rodado esta película muy deprisa. No es una película política y me divertí haciéndola, pero las buenas comedias nunca son inofensivas.
¿Le ha gustado volver a rodar en danés?
Ha sido liberador y me ha sentado de maravilla. Me sale mejor en danés. Eso no significa que me limite a hacer películas en danés, pero ha sido fantástico hacer una película pequeña con un equipo tan reducido. Era muy relajante.
Presenta la película en los festivales de Cine de Copenhague, de Donostia-San Sebastián, ¿echa de menos ir a Cannes?
Decidimos no presentar nuestra solicitud a Cannes y me alegré. Ha sido un placer ver otras películas mías en el festival en el pasado, y Gilles Jacob (ex director y actual presidente del Festival de Cannes) ha hecho mucho por mí, pero es muy agradable no estar obligado a hacer cosas que a uno no le gustan, como viajar, aguantar la presión de un festival de ese calibre. Me quedaré en Dinamarca en mayo, de lo cual me alegro mucho porque podré cuidar de mi huerto.
¿Cuándo se le ocurrió la idea de hacer una comedia?
Hace mucho que pensé en hacer una película sobre el inexistente director de una empresa, aunque al principio pensé que la rodaría otra persona. Es una vieja idea, pero escribí el guión justo antes de rodar la película.
¿Cuál es el secreto para realizar una buena comedia?
Lo mejor es hacer algo que le divierta a uno y le entretenga.
¿Cómo define el sentido del humor danés?
Es típico de los daneses morirse de risa cuando les tratan de estúpidos. Puede que se deba a que somos un país pequeño y la gente es masoquista. En “El reino” (TV), les encantaba cuando hablaban de los estúpidos daneses. Y en este caso, cuando los islandeses les gritan y les tratan de todo, están contentísimos.
En la película hay mucha tensión entre la empresa danesa y la islandesa que quiere comprarla. ¿Qué pasa entre Dinamarca e Islandia?
Bueno, hay muchos islandeses comprando grandes partes de Copenhague ahora. Durante 400 años, Islandia estuvo bajo dominio danés y los islandeses odian a los daneses por eso. Se la tienen jurada a los daneses. Hay una herida justificada causada por esos 400 años.
Es el fundador de Zentropa y el realizador. ¿Se siente como el jefe de todo?
La idea del bueno y del malo es muy útil a la hora de resolver problemas. Peter Aalbaek Jensen (de Zentropa) y yo encarnamos esta idea. Si se trata de actores y del equipo, soy el bueno, pero hay situaciones donde hago de malo y Peter es el bueno de la historia. Está muy mal visto en Dinamarca hacer de malo. Todos quieren hacer de bueno, pero es necesario tener a un malo. En el Reino Unido y en Estados Unidos abundan porque son necesarios, pero los daneses rehúyen los conflictos.
¿La película puede ser vista como una alegoría de Zentropa?
Eso mismo dijeron los actores, pero no se me había ocurrido. Al crear Zentropa, solo pensé que podíamos producir y controlar las películas que yo realizaría. Peter Aalbaek Jensen y yo somos un poco raros. Nos gusta pasarlo bien y hacer cosas extrañas. Creo que puede ser muy divertido trabajar en Zentropa, no es una productora al uso. No está motivada por una idea clara, es algo más intuitivo. No se nos ocurre pensar que los beneficios son lo más importante.
La película tiene mucho diálogo. ¿Evitó deliberadamente los gags visuales?
De niño veía muchas comedias disparatadas. Me gustaban las comedias como La fiera de mi niña o La extraña pareja, con todo el mundo hablando a la vez. Me encantan Historias de Filadelfia y El bazar de las sorpresas. Es lo que he intentado hacer, algo así. En una comedia alocada, algunos personajes tienen más información que otros. Y a esto le añadí una viñeta moral acerca de una persona que usa a un director de empresa ficticio para tratar fatal a sus empleados. Ya pasamos a otro nivel.
Ha trabajado con una nueva productora, Meta Louise Foldager, después de trabajar durante años con la misma productora, Vibeke Windelow. ¿Ha sido difícil la transición?
No, en absoluto. La preproducción ya estaba acabada cuando Meta subió a bordo. Es muy buena, pero totalmente diferente. Con Vibeke era como un matrimonio que debía acabar. Los dos creíamos saber lo que el otro pensaba antes de que hablara. Son cosas que pasan en los matrimonios. Ha sido muy bueno trabajar con Vibeke, pero quiere hacer otra cosa.
¿Qué busca en el productor ideal?
Bueno, necesito tener a un malo encima. Lo más importante es que esa persona quiera hacer la película como sea. Para EL JEFE DE TODO ESTO quería a alguien que fuese feliz con una película pequeña o grande.
¿Puede hablarnos del nuevo proceso, de “Automavision”?
Hace mucho que ruedo mis películas cámara en mano. Se debe a que soy un obseso del control y al hecho que nadie puede controlar completamente un encuadre o una imagen. En ese caso, era mejor saltarse la parte del encuadre, rodar cámara en mano y apuntar. La técnica de “Automavision” me permite realizar el encuadre, luego pulso un botón en el ordenador y obtengo una serie de posibilidades aleatorias. Ya no lo controlo yo, lo controla el ordenador.
Entregar el control de la cámara debe ser como perder una pierna. No debió tomar la decisión a la ligera.
Sí, muy a la ligera. Necesitaba encontrar una formula que encajase con la comedia. Me apreció un sistema muy refrescante. Soy un hombre plagado de ansiedades, pero hacer cosas extrañas con la cámara no está entre ellas.
¿Y qué tal ha funcionado?
Lo bueno es que da un estilo nada humano. Es un estilo libre de intenciones. Me impuse la regla de que si no me gustaban las posibilidades que me ofrecía el ordenador, las rechazaría, pero volvería a pulsar el botón. No se trataba de que fuera imposible rodar la película, sino de que no fuera un proceso preciso. Bautizamos al ordenador Anthony Dodd Mantle (en honor al director de fotografía). Al principio queríamos esconder la cámara para que los actores no la vieran y filmar a través de un cristal ciego, pero no había bastante luz. No fue posible.
¿Qué pensaron los actores del sistema?
Cualquier buen actor no tarda más de unos segundos en colocarse en el encuadre. Utilizamos un zoom para que no supieran qué tipo de objetivos usábamos, pero habría sido mejor poder esconder la cámara del todo.
¿Le parece que “Automavision” es un estilo que gustará al público?
Desde luego el público no huirá gritando despavorido. El 70% de la gente ni siquiera se dará cuenta. Está claro que no sirve para rodar animales en libertad. Solo estuvimos con el elefante un cuarto de hora y no dejamos de pulsar el maldito botón. Cada vez que me teníamos una buena toma, el elefante ya no estaba.
¿Qué busca en un actor?
Si un actor se cree capaz de controlar su papel, está equivocado. No puede controlar el montaje ni la producción. El montaje es una herramienta muy eficaz. Creo que hay que usar a los actores. Cuanto menos sepa un actor antes de rodar, mejor. Uno de mis trucos más sangrantes es rodar una escena de diversas maneras, lo que me permite tener mucho material a la hora de montar. Cuantos más trozos diferentes tenga, mejor. Para eso necesito que el actor esté dispuesto a interpretar la escena de formas muy diferentes. Puede dar pie a cierta confusión. También creo que los hombres y las mujeres son muy diferentes. Normalmente, a la hora de colaborar, las mujeres son más confiadas que los hombres, creen que usaré el material adecuadamente.
En el pasado ha dicho que le es más fácil conectar con las mujeres que con los hombres. Sin embargo, aquí trabaja con actores. ¿El jefe podría haber sido una mujer?
La parte cómica de “El Reino” recaía en los hombres. Quizá los hombres me parezcan más divertidos que las mujeres. Soy hombre y no me cuesta mucho adivinar sus intenciones.
¿Ha visto la comedia británica “The Office”?
No la he visto a propósito porque iba a rodar una película que transcurre en una oficina, pero la veré ahora. Me han dicho que está muy bien.
¿Por qué ha rodado en una oficina auténtica?
Había visto La noche, de Antonioni. Y quería que la oficina fuera un sitio muy anodino. Y lo es.
¿De verdad existe Gambini, el dramaturgo que se menciona al principio de la película?
No, no existe. Regresaba de Cannes cuando vi un camión de productos alimentarios con la palabra “Gambini” en los lados, y pensé, ¿por qué no? Pero hago referencia a Ibsen. Me pareció muy gracioso que le traten de gilipollas. Se pueden decir muchas cosas de Ibsen, pero la idea de que es un gilipollas es chocante. La película que ven es El espejo, de Tarkovski. Por cierto, es una de mis favoritas, creo que la he visto unas veinte veces.
[Entrevista realizada por Geoffrey McNab]
miércoles, 28 de octubre de 2009
Carrière sobre Buñuel (1969)
Un gran hotel, muy hermoso, en la montaña. Una especie de felicidad. Hablábamos de la Gracia, de la Santa Trinidad, durante todo el día. El otoño era soberbio. A los dos meses ya teníamos escrito un proyecto de argumento que constituía una cincuentena de páginas.
Se lo dimos a leer a un productor que vino a Madrid y al cabo de una hora lo aceptó (era el productor del Diario de una camarera, Serge Silberman). Le gustó, presintió realmente el film. Buñuel tenía asuntos que arreglar en México, y se fue para allá; yo también tenía cosas que me esperaban, pero en febrero volvimos a reunirnos en México, en un hotel alejado de la capital, en pleno trópico, en San José Purúa, donde él ha escrito todos sus argumentos desde 1948 (es hombre de costumbres). Trabajamos en el argumento, lo cambiamos mucho, y al final de marzo Buñuel vino a París para comenzar la preparación del film; yo me quedé tres semanas en Nueva York, donde trabajaba con Forman. Me cité con Buñuel en París, a finales de abril, y allí terminamos el guión, que filmó ese verano. Esta es la historia. Hay muchas cosas en este film. Y la exégesis podrá darse vuelo. Es un film irrealista, quiero decir un film maravilloso en el sentido original de la palabra.
Tomamos como pretexto dos peregrinos, mitad vagabundos, mitad mendigos, mitad ladrones, que, en nuestros días, van de París a Santiago de Compostela, es decir, que hacen la famosa peregrinación sobre el camino de Santiago. Por el camino, que recorren unas veces a pie y otras andando (como ellos dicen), a veces incluso haciendo dedo, tienen muchos encuentros y sufren varias aventuras. La forma es un poco la de las novelas picarescas españolas del siglo XVI, por ejemplo El Lazarillo de Tormes, en las que alguien sale de su pueblo para caminar hacia no se sabe dónde. ¿Adónde va Don Quijote? Nunca se sabrá... Aquí es un poco lo mismo. Están dispuestos a detenerse donde sea, a encontrar Io que sea, y se topan con cosas enteramente extrañas, frecuentemente sobrenaturales. En cierto modo es la vía de los prodigios la que los lleva a Santiago, y todo lo que encuentran de cerca o de lejos concierne a la historia de nuestra santa religión, particularmente a la historia de las herejías. Esta dispersión, este movimiento, estas detenciones, a veces cortas, a veces largas, nos han evitado, creo, hacer un film demasiado didáctico, pero de hecho todos los grandes misterios de la religión católica que han suscitado herejías (porque las herejías nacen siempre de los misterios), son evocados uno tras otro, y me parece que esto será claro para las mentes enteradas y aun para las no enteradas.
Sólo una secuencia se hizo para que fuese incomprensible, la que concierne a los problemas de la gracia y la libertad, el duelo entre el jesuita y el jansenita. Y son así, las palabras pueden ser oscuras, pero son exactas. Hay otro punto que debiera ser evidente: es un film de ambiente religioso, que trata únicamente, y de modo casi obsesivo, problemas religiosos y heréticos. De hecho, este itinerario, estas contradicciones, estos problemas, podrían aplicarse a cualquier otra clase de cuestiones: política, arte, en fin, lo que ustedes quieran...
Es evidente que las herejías han sido necesarias para la buena salud de la Iglesia. Y la misma Iglesia lo reconoce: O pontet haereses esse, “Es necesario que haya herejías.” Se sabe que son las oposiciones las que fortalecen a un régimen político. A eso se le llama hoy la impugnación. El film es por momentos completamente burlesco, como pocas veces lo ha sido un film de Buñuel, y en momentos extrañamente emocionante. Siempre es milagroso, en Buñuel, dónde y cómo, incluso con un tema irreal, consigue emocionarnos. Cuando veo uno de sus films, me digo: no entiendo nada de este hombre. Lo conozco bastante bien, he vivido a su lado, he escrito no pocos argumentos con él, pero cuando vi este film me di cuenta de que había en él una nueva dimensión que no estaba en el argumento. Me pareció fascinante. Y lo mismo sucede con sus otros films.
Una de las condiciones primordiales del argumento es que en el film ya no existen ni el tiempo ni el espacio. Deliberadamente, y como sólo Dios podría hacerlo, hemos suprimido tiempo y espacio desde el principio. Los dos peregrinos que van desde París a Santiago de Compostela pasan de un país a otro con frecuencia, y sobre todo a la época de Cristo y sus apóstoles, se encuentran en el siglo XVII, asistiendo a un duelo entre un jesuita y un jansenita, o bien en la Edad Media en una ciudad recién saqueada. Esto no los asombra, o los asombra muy poco. Encuentran ángeles o demonios, y les parece normal. Se trata de una condición del film. Se le acepta o se le rechaza. Pero es imposible hacer un film maravilloso con personajes totalmente instalados en el mundo habitual, que se asombran cada vez que les sucede algo extraño. Nuestros dos peregrinos tienen características enteramente diferentes. Todo está bosquejado, nunca será un film psicológico. Lejos de nuestro propósito tal horror.
Hay una especie de gratuidad que se desarrolló durante la filmación, una libertad de inspiración total. Es decir que cuando Buñuel tiene ganas de hacer aparecer un personaje, lo hace aparecer, trátese de quién se trate. Es un film muy difícil de contar, de resumir verbalmente. Habrá muchos números especiales de revistas dedicados a este film. Sobre todo de revistas eclesiásticas. Y no estarán nada de acuerdo entre ellas. Hay también en el film una visión de Cristo, de los apóstoles, de la virgen, de los cuales hace mucho que venia hablando Buñuel. Este, desde hace años, tenía ganas de mostrar a Cristo con su aspecto tradicional, convencional, con cabellos largos, hermosa túnica, etcétera, pero moviéndose como un hombre: riendo, cantando, corriendo (lo cual nunca se ve en el cine). Pero pensaba que no valía la pena hacer todo un film sobre ello. Entonces ha metido en este film sobre las herejías varias secuencias en las que se ve a un Cristo nuevo, como en las bodas de Canaán, por ejemplo... sin que sea para nada un film situado en el nivel del anticlericalismo. El anticlericalismo no está en sus propósitos.
Pero terminemos de una vez por todas con sus pretendidas inquietudes religiosas: Buñuel es sincera, definitivamente ateo. Aparte de esto, parece que ha conservando (¿y quién no?) el sentido del misterio. Buñuel piensa, y sin duda espera, que este film sobre las herejías precipitará la próxima herejía que todos esperamos con una viva impaciencia. Se sabe que la Iglesia se dirige hacia un cisma. Hemos intentado, con nuestros medios modernos, acelerarlo. Buñuel está dotado de una gran libertad creadora.
Es asombroso en este sentido. Toma su distancia con respecto al guión y cada vez espera más de la filmación. Cuando escribe un argumento nunca habla de puesta en escena, o rara vez... Y gracias a esto, cuando se ve el film, aunque se conozca el argumento, hay un redescubrimiento total. Porque no se habían imaginado así las cosas. Cuando uno escribe con él, imagina la escena, es inevitable. Pero al verla en la pantalla, siempre es mucho mejor. Y esto sin que Buñuel use una técnica extraordinaria, o medios particularmente originales.
Él desconfía mucho de la originalidad. No busca ser original: lo es. No busca el escándalo: lo obtiene. Eso es muy evidente en este film. Una vez más, el final es prodigioso. Buñuel tiene genio para los finales. Los cinco últimos minutos de La Vía Láctea son extraordinarios, ya no sabe uno dónde está. Se halla como drogado. En estado de extrañeza. Hay como una magia en este film.
No hemos tratado las herejías una tras otra, es decir que no hemos estudiado el arianismo, el nestorianismo, etcétera, pero sí buscamos las cosas en las fuentes de las herejías, que son los seis grandes misterios de la religión católica... El primero y más importante es el de la doble naturaleza de Cristo (siendo Dios, ¿cómo podía ser hombre?, y viceversa). Es un misterio. De él surgen dos clases de herejía. Una que dice: “Era más Dios que hombre”. La otra afirma: “Era un hombre extraordinariamente dotado, pero de ningún modo era Dios”. Así es como un solo misterio puede dar lugar a dos herejías opuestas. ¿Qué es una herejía? Es que un día alguien decide creer en todo, salvo en un punto especial. Acepta toda la religión cristiana, salvo el hecho de que Cristo fuese realmente un hombre. Dice: “No, Jesús sólo tenía la apariencia de un hombre. De hecho, os digo que Jesús no comía”. Y por este detalle está dispuesto a matar o a morir. Pero está firmemente convencido de que posee la verdad, de que la verdad se halla en este detalle: Jesús no comía, sólo fingía comer.
Este fenómeno de individualismo extremo en la búsqueda de la verdad, que se va esbozando y escindiendo, tendiendo a lo infinitamente pequeño, forma el nudo del tema. Eso puede conducir al sinsentido total, al absurdo completo, pero siempre trágico.
Enumeremos los seis grandes misterios (les daré un cursillo de teología): tras el misterio de la doble naturaleza de Cristo, hay el de la Santa Trinidad. ¿Cómo se puede ser tres y uno al mismo tiempo? Luego el conjunto de los misterios que conciernen a la Virgen María: la Inmaculada Concepción por una parte; la Virginidad por otra. Luego la Eucaristía: cómo el pan puede ser a la vez pan y cuerpo de Jesús. Luego el misterio de la libertad del hombre, o de su libre albedrío: cómo un hombre puede ser a la vez libre y cómo Dios puede saber de antemano lo que ese hombre va a hacer. De ahí vienen las interminables discusiones respecto del problema de la gracia. En fin, último misterio, quizá el que más interesa a Buñuel: el origen del Mal en el mundo. ¿Cómo Dios, que es todo bondad, pudo crear el Mal? Esta imposibilidad magnífica de creer en la maldad de Dios, esta exculpación de Dios, ha hecho nacer las herejías maniqueas, que dicen : Dios es tan bueno que no ha podido crear el Mal, luego, el Mal, como Él, existía desde la eternidad; luego, el Demonio existía y no fue Dios quien lo creó. Este misterio tendrá su importancia en el film. Éste y aquéllos relativos a la Virgen María, que son los más dulces, los más inefables. Todo lo que es texto religioso, frases del Evangelio, palabras de Cristo o de los apóstoles, todo lo que los santos dicen en el film es auténtico, salvo error de nuestra parte, o sea que si hay error, es que nos equivocamos. No hay deformación voluntaria; sólo una selección.
Es un film en colores. Ahora todos los films son en colores. Éste se adorna con los colores sobrenaturales de Christian Matras. Hay una gran sencillez en la puesta en escena; voluntariamente se buscó lo clásico, lo tradicional. No hay experimentos técnicos. Eso es algo que según Buñuel no debe verse. Y sin embargo hay una gran sabiduría en ello. Una de las más bellas frases de Buñuel es la siguiente: “Todo lo que no es tradición, es plagio”. Algo para meditar largamente."
Selección de declaraciones de Jean-Claude Carrière recogidas por Hubert Arnault en La Revue du Cinéma. Image et Son, número 225, de febrero de 1969.
martes, 27 de octubre de 2009
Kseniya Simonova, artista ucraniana
lunes, 26 de octubre de 2009
HA!
domingo, 25 de octubre de 2009
Buñuel: "Angela Molina tiene la mirada de Picasso"
sábado, 24 de octubre de 2009
Una tarde con Jean-Claude Carrière: Buñuel
"Solíamos trabajar frente a frente, en la misma mesa. Después de un día de charlas sobre el guión, cuando me quedaba solo dibujaba las escenas que habíamos descrito. Quería comprobar si teníamos la misma película en mente, estando, como estábamos, sentados en lugares opuestos. Su derecha era mi izquierda, y así con muchas cosas. Aún así, teníamos que abstraernos de nuestro espacio y meternos los dos en un tercer espacio que era la película. Por eso dibujaba, para plasmar mi espacio en el papel. Al día siguiente le preguntaba a Buñuel en qué lugar estaba la puerta de la habitación donde teníamos a los protagonistas.
Si yo había dibujado una puerta a la derecha, y el contestaba "derecha", proseguíamos. Si no, volvíamos a empezar, porque no estábamos los dos en la misma película.
Nos asistían dos personas, Georgette y Henry, imaginarias, por supuesto. Se sentaban a nuestro lado y de vez en cuando les preguntábamos por su opinión. Si Buñuel se enfadaba en exceso, recogía sus papeles, se levantaba y decía: "Georgette, nos vamos."
Como pueden ustedes observar, el objetivo final al trabajar en un guión era no perder a ninguno de estos dos invitados. Para que el uno entendiese al otro, interpretábamos las escenas que se nos iban ocurriendo. Cada vez que veo una de nuestras películas, veo a Buñuel actuando.
" - Entonces, ¿un guionista ha de saber actuar? "
Por supuesto. Primero viene la actuación, después la escritura. No al revés.
" Tras ver Belle de Jour, un espectador levantó la mano y preguntó: - En este caso, teniendo en cuenta la carga erótica de la película, ¿también interpretaban ustedes a los personajes? ¿Cómo lo hicieron? "
A Jean Claude Carriere, y al resto de los asistentes, les dio la risa. El guionista contestó:
"Hombre, Buñuel siempre hacía de mujer, siempre era la protagonista. A mí me tocaban todos los secundarios. Principalmente, porque él tenía que sentirse cercano al personaje principal. Si me está usted preguntando si me acosté con Buñuel, no, la respuesta es no."
Carcajada general, aplausos y sonrisas. Un grande. Sin más.
Por Claudia Lorenzo para Filmutea
jueves, 22 de octubre de 2009
miércoles, 21 de octubre de 2009
David Vincent y el dedo meñique (II de II)
de: LA GUERRA DE LOS SUEÑOS - EJERCICIOS DE ETNO-FICCIÓN Gedisa, 1998.
lunes, 19 de octubre de 2009
David Vincent y el dedo meñique (I de II)
Marc Augé (I)
Una serie norteamericana de la época de la guerra fría se llamaba Los Invasores. Su héroe, David Vincent, había asistido una noche al desembarco de seres extraterrestres y había sorprendido su secreto; ese momento inicial era recordado al comienzo de cada nuevo episodio. Por cierto, los invasores se proponían en efecto apoderarse de nuestro planeta al terminar una empresa de sustitución: ocupaban el lugar de los seres humanos a los que hacían desaparecer y reproducían en todas sus particularidades su apariencia y, según creo recordar, había un detalle revelador que permitía a veces a quienes conocían ese dato y, en primer lugar, a David Vincent, distinguir las copias de los originales: a causa de una incomprensible deficiencia de la técnica extraterrestre, el dedo meñique de la mano izquierda de los seres humanos de sustitución permanecía extrañamente rígido. Esos clones venidos de otro planeta poseían además toda la información necesaria sobre la política y la ciencia de los terrícolas (en todo caso, sobre la política y la ciencia de los Estados Unidos, pues el argumento general de la serie parecía dar por sobreentendido que ese país representaba a la vez la quintaesencia y la totalidad de la civilización humana) e información sobre los individuos cuya apariencia física revestían y cuyos rasgos de carácter reproducían. Esta estrategia de sustitución planteaba numerosos problemas a David Vincent porque, por un lado, tropezaba con el escepticismo general de aquellos a quienes se dirigía para informarles del peligro inminente que todos corrían y, por otro lado, porque nunca estaba completamente seguro de la identidad de sus interlocutores. Hasta le ocurría en ocasiones que desenmascaraba a este o aquel de sus aparentes amigos para darse cuenta de pronto (¡siempre por el dedo meñique!) de que el presunto amigo no era más que una añagaza puesta al servicio de la invasión. En aquella época era fácil y sin duda justificado ver en esa serie la expresión de ciertas fantasías norteamericanas y una denuncia metafórica (apenas metafórica) de la presencia comunista que, según se suponía, amenazaba y subvertía la libertad del mundo y la estabilidad de los Estados Unidos bajo la máscara de hombres de ciencia, de artistas o de ciudadanos corrientes aparentemente sanos y patriotas. Pero la fábula era vigorosa y la soledad de su héroe, aumentada cada día por la miopía de unos y la mentira de otros, tenía una dimensión indiscutiblemente trágica. Sin embargo, cada episodio terminaba de una manera más o menos satisfactoria; era menester que la serie continuara. David Vincent se escapaba milagrosamente de las situaciones más peligrosas. En cuanto a los seres extraterrestres, felizmente se mostraban vulnerables a la acción de las pobres armas de fuego que poseían los humanos, pues se licuaban y desaparecían casi instantáneamente por el impacto de las balas. Por consiguiente, la presencia comunista, como se sabe, debía dar muestras de la misma inconsistencia.
¿Por qué evocar esta serie? Porque paradójicamente puede simbolizar otra invasión a toda la Tierra, una invasión generalizada de proporciones sin igual, inadvertida por muchos y subestimada por quienes conocen su existencia. Sus agentes tienen rostros familiares, prestigiosos o anodinos. Creemos conocerlos, cuando en realidad las más de las veces nos contentamos con reconocerlos (“¿No lo he visto a usted en algún programa de televisión”). Esta invasión es la invasión de las imágenes, como lo habrá adivinado el lector, pero se trata en una medida mucho mayor del nuevo régimen de ficción que afecta hoy la vida social, la contamina, la penetra hasta el punto de hacernos dudar de ella, de su realidad, de su sentido y de las categorías (la identidad, la alteridad) que la constituyen y la definen.
Sin pretender tener la misma eficacia que el héroe ya mítico de la serie norteamericana, quisiera yo, lo mismo que él, tratar de poner al descubierto algunos rasgos de la invasión anónima cuyos efectos comenzamos ya a experimentar sin percibir claramente sus causas. Este libro aspira pues a ser una indagación, una indagación antropológica.
Esta no será una investigación exhaustiva. Antes bien se tratará de agrupar algunos hechos percibidos con frecuencia aisladamente y darles así un principio de significación. Se puede lamentar que los niños (y no pocos adultos) pasen demasiado tiempo frente a la pantalla de la televisión, pero también se puede relativizar el alcance de esta comprobación haciendo notar que el abuso engendra lasitud o que hablar en familia de la emisión de la víspera es también crear sociabilidad. Puede uno mostrar cierto escepticismo o experimentar algún espanto ante la idea de que puedan entablarse idilios en la red Internet, y ante la idea de que nos habituemos a dialogar con interlocutores sin rostro, pero también podemos consolarnos pensando que Internet, lo mismo que el fax, salvan el papel que tenía la escritura. Alternativa y contradictoriamente puede uno sonreír o estremecerse ante las posibilidades de turismo virtual que habrán de ofrecer las imágenes en tres dimensiones que pronto invadirán las pantallas de los ordenadores. Pero también puede uno decirse que después de todo esto no tiene nada de malo y que el gusto de las imágenes nunca ha impedido a nadie pasearse por las realidades que las imágenes reproducen. Puede uno asombrarse por la uniformidad de paisajes y de puntos de vista correspondiente a la extensión de las grandes cadenas hoteleras, de las grandes autopistas o de los aeropuertos internacionales, por la uniformidad del carácter artificial de los parques de diversiones, circenses al uso de los nuevos pequeños burgueses del planeta, pero también puede considerar uno al mismo tiempo que esos estereotipos son el precio que hay que pagar para abrir el mundo a un mayor número de seres humanos. Uno puede... uno puede, en suma, hacer muchas cosas y, por ejemplo, interrogarse sobre la moda de los talk shows de la televisión, enunciar y denunciar, con más o menos rabia, ironía, escepticismo o indulgencia, los ejemplos de mal gusto satisfecho y de desastre estético que se extienden por toda la Tierra, o el retiro verdaderamente insular y creciente de las clases poderosas que se encierran cada vez más en sus mansiones con controles electrónicos, en sus villas reservadas, en sus playas privadas, en sus plazas fuertes y torres de marfil para aislarse de una paradójica “globalización”. Los respectivos objetos de estas diversas comprobaciones pueden causar risa, sonrisa o repugnancia. Pero, sólo una vez identificado el sutil lazo que corre de uno a otro objeto es cuando puede nacer la inquietud...