sábado, 27 de febrero de 2010

viernes, 26 de febrero de 2010

Alimentos de sexta gama?

En un mundo donde todo lleva tecnicismos y se intenta dividir para generar un orden en si, los alimentos se les otorgó una manera de clasificarlos dependiendo de su origen y/o conservación, mas bien es un sistema utilizado para definir la manera en como una entidad recibe los productos y en que estado llegan, si son frescos, conservas o congelados. Cada gama de alimentos posee sus características propias, las que ahora explicaremos:

Alimentos de Primera Gama

Corresponden a los alimentos frescos y en estado natural, llámese frutas, verduras y carnes sin tratamientos de conservación, irradiación o vacío. Llegan en el envase que la madre naturaleza les provee y poseen todas sus características de frescor. Esta es la gama mas apreciada por los chefs.



Alimentos de Segunda Gama


Son las conservas o enlatados. Encontramos las conocidas frutas en almíbar, mermeladas y pescados que han sido sometidos a una cocción y luego conservados en un entorno húmedo o graso para luego ser envasados en latas o frascos de vidrio para que perduren por largos periodos. Es la mejor manera de tener productos de estación cuando no se encuentran en sus tiempos de adquisición, dicen.





Alimentos de Tercera Gama


Encontramos toda la variedad de productos congelados, frutas y verduras son las mas utilizadas y es la mejor manera de obtener pescados y mariscos para una larga conservación, mientras hayan utilizado sistema IQF para su proceso.



Alimentos de Cuarta Gama


Son todos los alimentos que han sido pre-elaborados, llámese pelados, cortados, picados, molidos, sazonados, etc. Sin tener una cocción para luego ser envasados en bolsas o recipientes en atmósfera controlada. Muy populares son las ensaladas surtidas listas que encontramos en los supermercados o los proveedores de verduras que ofrecen cebollas peladas, papas peladas en cubos y zanahoria rallada.



Alimentos de Quinta Gama


Finalmente, encontramos a los productos que son elaborados, cocinados y envasados y comúnmente ultra congelados para su distribución. Son los famosos platos preparados que necesitan una simple regeneración del mismo para ser consumido. Las muy conocidas pizzas congeladas, lasañas o platos preparados que encontramos en estaciones de servicio que solo necesitan un golpe de microondas para su posterior consumo. Este tipo de gama es realizada por grandes empresas con rigurosos sistemas de calidad, como Cook & Chill regido por HACCP o ISO. Cabe destacar que hay restaurants que ellos mismos elaboran su quinta gama, como por ejemplo en los alimentos envasados al vacío que son cocinados a bajas temperaturas para luego abatirlos y ser regenerados en algún servicio.

Como uno se puede identificar con las gamas?

Muchos de los actuales hoteles y restaurants trabajan con productos de primera a tercera gama, otros como vimos elaboran sus propias gamas. Y hay cocinas en donde se trabaja solo con quinta gama. Y en el hogar comúnmente las utilizamos todas... solo basta con reflexionar que es lo que uno usa y porque razón hemos llegado a extender nuestra despensa que nos ha llevado a adquirir otras gamas.


Hay una Sexta Gama u otras mas?


Se habla de una sexta gama, que son alimentos irradiados, pero para una proyección futura ya que aun se encuentran en prueba y analizando maneras de masificarlos en el mercado.

Ademas, el tecnológico mundo de la alimentación sigue evolucionando y en algún futuro cercano encontraremos una nueva manera de distribuir alimentos. Tal vez las cenas completas que vienen en polvo a las que solo hay que añadir agua no estén muy lejanas... o los diminutos envases que pones en el microondas para luego sacar una gran comida para 4 personas.


Fuente: imchef.org

jueves, 25 de febrero de 2010

Ridiculously good-looking


CURSO NARRATIVA CINEMATOGRÁFICA_PROFESIONALIZA TU HOBBY!


Ben Stiller sigue dispuesto a ratificar su importancia dentro de la Nueva Comedia Americana. Luego de Una guerra de película, el cineasta está terminando de ultimar los detalles de Zoolander 2, la secuela de su comedia de 2001, una parodia al mundo de la moda y los estereotipos.

"Estoy trabajando en un guión desde hace años, y espero que pueda llevarse a cabo el proyecto", declaró el director, poniendo así puntos suspensivos a la secuela. Sin embargo, para calmar la ansiedad de algunos, Stiller reveló algunos datos sobre la historia, que estará ambientada diez años después de la primera parte. En Zoolander 2, el egocéntrico modelo ya no pasará sus días arriba de las pasarelas sino llevando adelante su escuela y cuidando de su hijo con Matilda (Christine Taylor, mujer de Stiller).

Ahora bien...lo más importante: ¿Estará Owen Wilson? Todo parecería indicar que sí: "No podría haber una secuela sin Owen en ella", dijo Stiller, dejando la puerta abierta para otro encuentro Zoolander-Hansel...

miércoles, 24 de febrero de 2010

martes, 23 de febrero de 2010

Prólogo de "Madre Noche"

Esta es la única de mis narraciones cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria. Sólo que, en esta ocasión, sé cuál es: somos lo que pretendemos ser, así que debemos tener cuidado con lo que pretendemos ser.

Mi experiencia personal con las monadas que hicieron los nazis fue siempre escasa.
Durante la década del treinta y allá en mi ciudad natal, en Indianápolis, hubo algunos despreciables y activos fascistas norteamericanos. Recuerdo que alguien me pasó una vez cierto ejemplar de Los protocolos de los ancianos de Sión; se suponía que ese libro configuraba el plan secreto de los judíos para dominar el mundo. Y también recuerdo alguno que otro comentario jocoso acerca del problema de mi tía, que se había casado con un alemán alemán y había tenido que escribir a Indianápolis para obtener pruebas de que no tenía una sola gota de sangre judía.
El alcalde de Indianápolis la conocía desde los años de secundaria y las clases de baile, de modo que se divirtió en grande adhiriendo cintas y estampando sellos oficiales en todos los documentos que los alemanes requerían; con todo aquello encima, los papeles de mi tía parecían tratados de paz del siglo XVIII.

Poco después estalló la guerra. Tomé parte en ella y me hicieron prisionero.
Por consiguiente, tuve ocasión de ver algo de Alemania, desde dentro, mientras la lucha proseguía. Como era soldado raso –explorador del batallón, por más señas– tuve que trabajar para subsistir, de acuerdo con los términos de la Convención de Ginebra. Lo cual, bien mirado, me hizo más bien que mal. No permanecí todo el tiempo en la prisión, situada en algún lugar de la campiña. Tuve oportunidad de viajar a una ciudad, Dresde, y de observar a su gente y lo que hacían.

Nuestro grupo particular de trabajo contaba con unos cien hombres, y nos emplearon en una fábrica, como asalariados. La fábrica producía una especie de jarabe malteado, enriquecido con vitaminas, para el consumo de mujeres embarazadas. Sabía a miel mezclada con humo de nogal. Era agradable. Me gustaría probar un poco ahora mismo. Y la ciudad era hermosa, ornamentada en extremo, como París, y respetada por la guerra. Se suponía que era una ciudad «abierta», es decir, una ciudad que no podían atacar porque no mantenía industrias bélicas ni concentraciones de tropas.

Pero en la noche del 13 de febrero de 1945, aviones norteamericanos y británicos arrojaron explosivos de alto poder sobre Dresde. En el momento en que escribo esto han transcurrido unos veintiún años desde aquel bombardeo. Las bombas no perseguían objetivos concretos. Se esperaba crear con ellas una enorme conflagración que obligara a los bomberos de la ciudad a guarecerse en los refugios subterráneos.

Y con esa idea se arrojaron cientos de miles de bombas incendiarias, sobre todo lo que era combustible. Después se arrojaron más bombas para mantener a los bomberos en sus agujeros, y todos los focos de incendio crecieron, se unieron, se convirtieron en una gigantesca llamarada apocalíptica. ¡Imagínenselo! Una tempestad de fuego. Entre paréntesis, fue la matanza más grande de la historia europea. ¿Y qué hay con eso?

No llegamos a contemplar la tempestad ígnea. Nos hallábamos en un frigorífico situado bajo un matadero, acompañados por nuestros seis guardianes y por hileras e hileras de cadáveres de vacas, cerdos, caballos y ovejas, ya troceados para el consumo. Oíamos las bombas allá arriba. De cuando en cuando nos caía encima una llovizna de yeso y cal. Si hubiéramos subido a echar un vistazo, nos habríamos convertido en esos productos característicos de los incendios masivos: pedazos de materia parecidos a leños chamuscados, de sesenta o noventa centímetros de largo; seres humanos ridículamente diminutos o, si lo prefieren, gigantescas cigarras fritas.

La fábrica de jarabe malteado había desaparecido. Había desaparecido todo, excepto los refugios antiaéreos, donde 135.000 Hánseles y Grételes habían quedado horneados como bizcochos de jengibre. Nos asignaron la tarea de mineros de cadáveres, con la misión de romper los refugios y extraer los cuerpos. Y pude ver entonces muchos tipos de alemanes, de todas las edades, tal como los había sorprendido la muerte; por lo general, con objetos de valor en el regazo. A veces los familiares de las víctimas se acercaban a contemplar nuestras excavaciones. También ellos resultaban interesantes.

Bien. Es suficiente en cuanto a los nazis y a mí.

Si hubiese nacido en Alemania, supongo que habría sido nazi, habría liquidado a judíos y gitanos y polacos, habría dejado botas sobresaliendo de montículos de nieve y me habría reconfortado con mis propias entrañas, secretamente virtuosas. Así suele suceder.
Pero hay otra clara moraleja en este cuento, ahora que lo pienso: Cuando uno está muerto, está muerto.
Y todavía se me ocurre una tercera moraleja: Hagan el amor cuando puedan. Les sentará muy bien.

Iowa, 1966.

lunes, 22 de febrero de 2010

Seguirás siendo llorada, vieja muerte

Al paso de los años, la gente que he conocido me ha preguntado muchas veces en qué trabajo, y por lo general yo he contestado que la obra más importante que tengo entre manos es un libro sobre Dresde. Una vez le dije eso a Harrison Starr, el productor de cine, y él levantó las cejas inquiriendo: —¿Es un libro anti-guerra? —Sí —contesté—. Me parece que sí. —¿Sabes lo que les digo a las personas que están escribiendo libros anti-guerra? —No. ¿Qué les dices, Harrison Starr? —Les digo, ¿por qué no escriben ustedes un libro anti-glaciar en lugar de eso? Lo que quería decir es que siempre habría guerras y que serían tan difíciles de eliminar como lo son los glaciares. Desde luego, también yo lo creo. Además, aunque las guerras no siguieran siendo como los glaciares, seguirás siendo llorada, vieja muerte.

Matadero Cinco
Kurt Vonnegut

domingo, 21 de febrero de 2010

jueves, 18 de febrero de 2010

Nada que aprender, nada que enseñar


No creo que los escritores, los pintores o, los directores de cine trabajen porque tienen algo especial que decir sino porque sienten algo especial. Y les gusta la forma artística, les gustan las palabras, el olor a pintura o el celuloide, las fotografías o trabajar con actores. Pienso que ningún artista auténtico se ha dejado guiar jamás, aún cuando lo creyera, por un impulso o un punto de vista didáctico.
Stanley Kubrick










miércoles, 17 de febrero de 2010

Salon du Chocolat


http://www.elpais.com/articulo/espana/Salon/du/Chocolat/llegara/Madrid/elpepuesp/20100217elpepunac_36/Tes

El verité es pegajoso


El problema del cine directo americano es que la mayoría de sus grandes exponentes sostuvieron la autenticidad de sus métodos de filmación y de los resultados finales que alcanzaban. Y en general, la copiosa discusión teórica de estos films ha buscado meramente desmantelar, descartar o rechazar esta pretensión de verdad mediante el rebusque de secuencias, de ediciones y de tomas que contradigan el mantra del cine directo. El Verité es un lugar pegajoso, que ha tenido éxito en demostrar dos cuestiones mutuamente excluyentes: que la ambición que guía al documental es la de encontrar un modo de reproducir la realidad sin desvíos o manipulaciones, y que esta persecución de una realidad no adulterada es inútil.

Stella Bruzzi, 2000

domingo, 14 de febrero de 2010

Manifiesto Mekas: El cine es joven...

El cine no tiene 100 años...


sábado, 13 de febrero de 2010

Glimpses of beauty, Jonas Mekas

As I was Moving Ahead, Occasionally I saw Brief Glimpses of Beauty



viernes, 12 de febrero de 2010

Algo estereoscópico en Lumière...


Documental de
Eric Rohmer en el que Jean Renoir y Henri Langlois discuten sobre algunos cortos de Louis Lumière. (1968)


martes, 9 de febrero de 2010

Entrevista a Martel por "La mujer sin cabeza"

En la película, el personal doméstico está todavía más presente que en La ciénaga o La niña santa, y sin embargo resultan fantasmales.
–En muchas escenas hasta están fuera de foco. En parte de lo que se trata la película es de mi sensación de que ese mundo se acaba. Que este mundo tal como lo hemos percibido, y que en Salta tiene unas formas narrativas muy claras, con gente que te habla de usted y uno les habla de vos sin pensarlo, esas formas de dominio naturalizadas, llega a su fin. En esta película lo que intentaba era transmitir que esto no se sostiene más. La única manera de sostener ese mundo es destruir la educación pública, y que la brecha entre poder y no poder sea abismal. Pero tal como están las cosas ahora, este mundo sigue, inexplicablemente, rodeado de fantasmas, sin registro del servicio del humano que tiene a la vuelta. Hay algo del servicio personal que ejercen las personas que trabajan como empleados domésticos en el Norte que es esclavo, y aferrarse a eso es de otro mundo.

¿Son esos “espantos” a los que se refiere Lala?
–La alienación entre clases sociales es tan grande que ellos, los otros, son fantasmas. Se trata, claro, de una visión infantil y enloquecida. Es tan ajeno a uno ese cuerpo, el color de esa gente, que en su locura la tía Lala los emparienta con los espantos. Yo eso no lo he inventado. No detecto bien de dónde los saqué, indudablemente de alguna de las mujeres viejas de la familia. Esa cosa de sospechar el demonio o lo muerto en la servidumbre. Sospechar una naturaleza que no es la propia. Es una desconfianza sobrenatural. Cuando yo era chica mi abuela contaba historias de una señora que ayudaba a mi mamá: le había encontrado una calavera y unas velas rojas; una serie de comentarios hicieron que para mí esa persona quedara del lado del demonio. Era algo ritual que ella había hecho, probablemente. Yo estuve en muchos accidentes, y tengo muchos recuerdos precisos de la situación de accidente. Estuve en uno muy fuerte cuando tenía cinco años, caímos por un precipicio, por suerte no murió nadie, pero fue todo muy traumático, especialmente el después del accidente. Me llevaron a una curandera, que te ‘cura el susto’ para que te vuelva el alma al cuerpo. Como yo me considero una heredera de las tradiciones de historias de aparecidos, me gustó esa idea de cuerpo sin alma.”

Verónica, después del accidente en que atropella algo, se convierte en una especie de zombi.
–Hay algo de eso. En verdad, para construir los personajes, la cuestión psicológica no me sirve, primero porque no sé nada del tema y segundo porque me da mucha tirria. Pero sí me sirvió como idea esta cosa de la medicina popular de que con el susto el alma se va del cuerpo. Como imagen del muerto vivo me servía, aunque no creyera en el alma. Y a la vez esa ausencia significa una gran potencia, quizás haber perdido tu alma te sirva para transformar tu vida, para ir por otro camino. Es un momento que no es necesariamente malo. Eso no pasa en la película.

Ella reacomoda, no aprovecha ese estado post-traumático.
–Sinceramente yo creo, y por eso también creo en la enfermedad, que la domesticación de la percepción es el camino para el conservadurismo político. En cambio, cualquier distorsión de la percepción –ésta es mi ilusión enfermiza– lo que genera es un disturbio en el entorno y eso permite quizá, no digo siempre, otra manera de concebir la realidad.

¿Cómo armaron el personaje con María Onetto?
–Pensando que lo que la mina había perdido era la noción de vínculo entre las cosas y ella. Uno va armando su entorno y su geografía como una red, con los objetos. A ella es como si le hubieran cortado la red. Sabe que esas cosas le pertenecen, pero no sabe exactamente qué las une.

A través de su pasividad, ¿Verónica es cómplice del encubrimiento?
–En un momento ella se suma al plan. A mí me da mucha pena, porque ha elegido arrastrar algo para siempre. Y sí, es cómplice. Si vos dejás que actúen por vos... eso es ser cómplice. En el fondo, toda esta película era una indagación personal acerca de algo que me resulta inexplicable en nuestra historia con respecto a la dictadura, que es la negación. Cómo hicieron, los que no estuvieron implicados directamente en la militancia o en el aparato represivo, para negar lo que sucedía. A mí me sorprende mucho más que la tortura. Entiendo más la impiedad, la muerte y la violencia que la actitud del resto de la sociedad de hacerse la que no sabe, o evitar darse cuenta de lo que está pasando.

¿La protagonista se entrega a ese mecanismo?
–De alguna manera, sí. Es un mecanismo aterrador, es dejar que obren por vos, es sumarte a las convicciones de los otros. En el discurso, nuestro lenguaje está cargado de negaciones, de obliteraciones, de cosas encubiertas. Y me parece que es porque la sociedad convive con desigualdades que obligan a un ejercicio diario de negación, un ejercicio que necesita de mucha habilidad, mucha creatividad; no es algo burdo, es un mecanismo muy delicado y muy sofisticado.

Es un esfuerzo muy grande ocultar tanto.
–Para mí, el terror de la sociedad que no estuvo militando ni formó parte directa del aparato represivo es el terror de reconocer que sí sabían, que sí participaban de esa situación, y que dejaron que pasara. Por eso se habla de “revolver”. Para convivir con esa negación hay que encontrar justificaciones a tal extremo que se terminan modificando los hechos de la vida, uno se olvida de cosas. Pero ese esfuerzo también significa olvidarte de parte de tu propia vida. Junto con el esfuerzo de no ser responsable de un evento, la sociedad te exige que te olvides de todo lo que pasó alrededor de ese evento, que también es olvidarse de uno mismo. La mujer sin cabeza es una aproximación, totalmente personal, ni completa, ni reveladora, a ese funcionamiento perverso que tenemos como sociedad.


Entrevista a Lucrecia Martel realizada por Mariana Enriquez para RADAR (17/08/08)

lunes, 8 de febrero de 2010

¿Hemos sido capaces de capturar algo más bello?


El cine llegó a mi vida a una edad muy temprana. Me recuerdo de niño, sentado en el cine de una pequeña ciudad lituana. Mis amigos están sentados junto a mí, oliendo a paja y a caramelos soviéticos baratos. Las luces del techo se apagan lentamente, se escucha el zumbido del proyector al encenderse y durante unos segundos, todos quedamos envueltos por la oscuridad y el silencio. En unos instantes se iluminará la pantalla. Me hubiera gustado que esos segundos durasen tanto como fuera posible. En el silencio y la oscuridad tras las cuales todo puede suceder.
La expectación une a la audiencia. Todos parecen contener la respiración, incluso esos jóvenes ruidosos que poco después estarán arrojando comentarios y envoltorios de golosinas a la luz del proyector.

¿Queda lugar para el silencio en esta era de luz, información y movimiento? A menudo se asocia equivocadamente el silencio con el vacío. Pero es del silencio de donde surge el pensamiento. Con frecuencia echamos mano de conversaciones sin sentido, torrentes de información y ruido innecesario para disfrazar el vacío que nos invade. La capacidad de pararse a reflexionar sobre la realidad a través de la imagen se está convirtiendo en uno de los mayores retos del cine documental contemporáneo.


Al ver la película muda de los hermanos Lumière ‘Repas de bébé’ los espectadores de aquella época, puros y vírgenes en un sentido cinematográfico, se maravillaban ante el temblor de las hojas de los árboles en segundo plano. ¿Hemos sido capaces, en cien años de cine, de capturar algo más bello que esas hojas de árbol que han perdurado cien años? Venero el silencio. Ese silencio que está lleno de poesía, expectación y colores. Ese silencio que, tras desembarazarse del peso del flujo informativo, te toma de la mano y te guía por el mundo de los matices y del espacio infinito...

Audrius Stonys


domingo, 7 de febrero de 2010

Fire walk with me

INCERTIDUMBRE, como abrir bien los ojos en la oscuridad para luego cerrarlos bien fuerte y volverlos a abrir, cegados por los puntos plateados y centelleantes que origina la presión en las córneas, bizquear, poner los ojos en blanco y enfocar la vista para volver a quedarte ciego aunque así al menos de algún modo has visto la luz. Tal vez la luz estuviera almacenada en las cuencas o retenida en el iris o aferrada a la punta de todos los nervios y venas. Entonces vuelves a cerrar los ojos y ante los párpados aparece una luz artificial, seguramente una bombilla ¡o un soplete! ¡Joder, qué caliente está! Las pestañas y las cejas se me rizan y empiezan a derretirse, despidiendo un olor a vello quemado insoportable y a través de la transparencia roja de la luz en mis pápados veo un primer plano de células sanguíneas que se mueven al mover los ojos de un lado a otro, como en las secuencias de un documental sobre amebas y plancton, como ver formas de vida en movimiento. Fíjate si son pequeños que no los siento, mis ojos son capaces de ver cosas con MÁS claridad de la que imaginaba, es como un microscopio pero ya no importa porque me acaban de prender fuego, sí no me cabe duda, estoy ardiendo. Maldita sea.

[Kurt Cobain, Diarios]

martes, 2 de febrero de 2010

Contra el bien general


El hecho primitivo del psiquismo humano es la hipocresía original. El hombre no comienza en modo alguno, como el animal, por esa inocencia que admiraba tanto Jean Jacques; comienza por conductas de actor y de truhán; lo que descubre es el arte de engañarse y de engañar a los demás (y mediante ese engaño, crear un mundo de fantasmas). Es preciso ser tan ingenuo como son ciertos filósofos para querer encontrar en el comienzo del psiquismo humano yo no sé qué pensamiento inocente, y se comprende que la búsqueda de tal maravilla no haya podido conducir mas que a decepciones y a ideas vanas. El hombre no tiene nada de sencillo, es doble, decía Maine de Biran, duplex, es decir, mentiroso; pero esa duplicidad no consiste solamente en la superposición de dos niveles, animal y humano; reside en la humanidad misma, constituye esa humanidad; la humanización es el aprendizaje de la mentira.
Jean Chateau, 1972

lunes, 1 de febrero de 2010

Consejos a un nieto imbécil

Querido nieto: Acaba de decirme tu padre lo que hiciste el domingo: darle a un pobre los cinco duros que tu mamá, a costa de algún fuerte sacrificio, pone a disposición tuya cada día festivo para que quedes bien en las reuniones sociales a las que concurres. ¡Imbécil entre los imbéciles! ¿Te parece bonito lo que hiciste?

La caridad es algo muy distinto a lo que tú pareces creer, pequeño mentecato. Debemos socorrer a los pobres, sí, porque para eso están, pero no debemos corromperlos con unas dádivas escandalosas. Al pobre hay que darle una peseta (antes eran diez céntimos, pero hay que tener en cuenta que la vida ha subido), y eso, sólo en las épocas propicias, como por ejemplo son las de los fríos y, preferentemente, la de Navidad. Darle a un pobre una peseta de cara al verano ya es estúpido, pues el verano es una estación en la que el pobre puede vivir perfectamente con cualquier cosa que se encuentre en la basura y con el sol que la Naturaleza le regala generosamente. Dársela en Navidad es distinto, pues aparte de que hace frío y puede perecer helado -lo que nunca nos perdonaríamos las personas caritativas-, también él tiene derecho a celebrar tan hermosa fiesta con turrones y otras chucherías.

Y tú le has dado a un pobre cinco duros en pleno mes de junio. ¿No te da vergüenza ser tan redomadamente botarate? ¿Qué quieres, idiota? ¿Que el pobre viva en la abundancia y se dé a la molicie, transtornado así el orden social? O, ¿acaso pretendes que con ese pequeño capital comience a especular y a hacer negocios?

Recapacita, absurdo joven: si ese pobre se da a la molicie caerá en la vorágine de los vicios; si se lanza a la especulación y a la vida de los negocios dejará sin pan a alguna honrada familia consagrada a esta actividad desde hace siglos, y la prole de esa familia no podrá terminar sus estudios de bachillerato. En cualquiera de los dos casos tú serías el responsable.

Anda, anda, deficiente mental; dale al pobre su peseta en invierno, y preferentemente en Navidad, y déjate de justificarte diciendo que le diste los cinco duros porque te inspiró mucha compasión. Los pobres están acostumbrados a sus calamidades, y si los sacas de ellas alegremente quedan estupefactos, enferman y quién sabe si hasta mueren de nostalgia por su perdida miseria. Te besa tu abuelo, que como no te reformes te va a romper el alma con un bastón.

[Rafael Azcona]