Panahi, de 50 años, es uno de esos cineastas que denuncian la represión a través de películas de apariencia amable pero con dinamita dentro: historias de niñas ingenuas -El globo blanco, El espejo, Fuera de juego-, o de mujeres adultas para las que no hay un lugar justo en la comunidad islámica -El círculo, su película más premiada, todas lo han sido en Cannes, Berlín, Venecia, Valladolid, Tokio...-.
"Vengo de un país con más de 2.500 años de cultura y arte, al que siempre han querido hacer pedazos sin conseguirlo", dijo en San Sebastián al recoger el premio por El círculo, considerada en 2001 por la crítica internacional como la mejor película del año. "Pero si no lo han logrado es gracias precisamente a los artistas y a los periodistas del mundo que nos apoyan", concluyó.
Panahi es un tipo amable y hasta divertido a pesar de su frecuente ceño fruncido. Le conocí como jurado en un festival brasileño, y a todos cautivó la discreción con que hablaba de su país, pidiendo cierta indulgencia. El Irán actual le dolía, y con su cine nos ha hecho partícipes de ese dolor, como ocurre con las películas de Abbas Kiarostami o las de la familia Makhmalbaf, muchas de ellas enfocadas en la infancia, tratando de esquivar el zarpazo de la censura, lo que no siempre consiguen.
Ahora, detenido por sus ideas políticas, es momento para una protesta internacional en el mundillo del cine, comenzando por el Festival de Berlín, a cuya reciente edición las autoridades iraníes no le autorizaron a viajar. Protesta que no debería demorarse, aunque quizás cayera en el vacío si tuviera lugar, lo que sería sorprendente tanto desde España como desde otros países donde su cine tiende a no tomarse en serio simplemente por ser iraní. Se han leído tonterías al respecto.
No hace tanto que se clamaba internacionalmente por libertades para España, también en lo tocante al cine, como cuando el proceso contra Pilar Miró en los ochenta por El crimen de Cuenca, en la que se limitaba a contar hechos verídicos ocurridos 70 años atrás. Las películas de Panahi hablan del Irán de ahora mismo y, aunque en clave de documental inocente, gracias a ello sabemos algo más sobre cómo viven, sobre la situación de las mujeres allí... Panahi tiene que estar libre y rodar más películas.
por Diego Galán para elpais.es