domingo, 24 de octubre de 2010

Made in Japan

En nuestra cultura sería absolutamente aceptable estudiar el cómic sin que fuera preciso hacer alusión alguna a las películas de dibujos animados. Pese a que en ciertos casos ambos medios de expresión han tenido puntos de encuentro, no se ha dado nunca un maridaje tan intenso como sucede entre el manga y el anime. Por ello, para comprender en su totalidad el fenómeno manga es necesario tratar el anime. Sendos medios marcan la iconografía y el impacto que la cultura japonesa proyecta internacionalmente.

La propia palabra anime, además, delimita una frontera clara que diferencia a los productos japoneses del resto de creaciones de animación. “Anime” crea en sí una categoría, pese a que el origen de este término no está claro. Para algunos se trata de un diminutivo de animêshon, que es una traducción de animation (del inglés). Para otros es galicismo, un préstamo del francés. Durante mucho tiempo también recibió el nombre de japanimation, pero entre los fans ahora es un término obsoleto, que se refiere a un tipo de producción antigua.

De todas formas, se ha de contemplar que si bien la mayoría de los anime provienen de manga, hay algunas excepciones. Esto no le resta relevancia al estudio, pues aunque el anime no derive de un manga, tiene las mismas claves narrativas que éste. En algunos casos, la fuente inspiración puede ser lo que en Japón se denomina novela ligera. Se trata de novelas ilustradas para jóvenes que suelen editarse por entregas y que en ocasiones son adaptadas al manga o al anime. Otra de las posibilidades es que el anime se base en un videojuego, en concreto en un género que recibe el nombre de aventura conversacional, porque el protagonista interactúa con el protagonista de la aventura y puede elegir entre las opciones que éste le propone. Por último también hay historias que son creadas directamente para el anime y, en ocasiones, posteriormente pueden tener su versión manga invirtiendo así el orden de los factores habitual.

Una de las características que debemos tener en cuenta a la hora de estudiar el fenómeno anime es que se tratan de producciones japonesas realizadas para los japoneses. Ése fue el punto de partida pero el éxito que tuvieron internacionalizó el mercado. Se ha de tener en cuenta un dato de gran importancia: el 70% de películas de animación a nivel internacional proviene de Japón.

Al igual que el manga, el anime trata múltiples temas y no se vincula únicamente al público infantil, aunque éste, en un principio, fue el que puso en funcionamiento la industria. El fenómeno es muy similar al que ya hemos estudiado en el manga. Se debe comprender que tanto anime como manga son un medio de expresión, un continente que ampara a diferentes manifestaciones unidas por un soporte común y, acaso, por unas normas narrativas que se fundamentan en los códigos aprendidos por el espectador para leer la obra. Pero el anime no se supedita a una temática concreta, puesto que siguiendo esa forma de narrar se puede explicar cualquier historia. Es como emplear el término cine, que no está adscrito a un género en concreto, sino que se trata de un medio en el que tiene cabida desde el documental hasta la ficción y ambas ramas se subdividen en géneros que también engendran diferentes subdivisiones.

domingo, 10 de octubre de 2010

Sin tetas no hay paraíso

En el primer viaje, Colón se las vio y se las deseó para enrolar la tripulación necesaria. En total, fueron ochenta y siete hombres (otros dicen que algunos más), entre los cuales había cuatro condenados a muerte, a los que se les había prometido la libertad, y un intérprete judío converso que sabía hebreo, caldeo y «aun diz que arábigo», y que, como es natural, no se estrenó.
Esperaban llegar a las tierras de la abundancia descritas por Marco Polo unos siglos antes. Pero Marco Polo, siguiendo la ruta de la seda, había visitado realmente China y el Oriente. Por el contrario, las carabelas llegaron a un continente nuevo, completamente desconocido. Ni rastro de india, la de las especias, nada de palacios de jade y tejados de oro, nada de seda y joyas de ensueño. Lo que encontraron fueron unos pocos indios con taparrabos, más pobres que las ratas, ellas con las tetas al aire, todos sonriendo bobaliconamente. Había, sí, algunos productos que con el tiempo se mostrarían de mucho provecho (el maíz, el tomate, la patata, el tabaco), pero lo que Colón buscaba obsesivamente era oro, perlas, pimienta, y de esto, nada. Durante tres meses, Colón recorrió el mar de las Antillas, yendo de isla en isla, atropelladamente, vacilando sobre el rumbo que debía seguir, esperando siempre que la próxima escala fuera el fabuloso Japón.
Pero Japón, China y la India no aparecieron por parte alguna. El resultado de la primera expedición fue desalentador: poco oro y nada de especias, nada de los fabulosos reinos de Japón y China descritos por Marco Polo. Algo había fallado. En España, los cada vez más numerosos enemigos de Colón lo llamaban «almirante de los piojos que ha hallado tierras de vanidad y engaño para sepulcro y miseria de los hidalgos castellanos». Colón, tan mercader como siempre, acarició la idea de esclavizar a los indios para compensar la escasez de oro, pero Isabel la Católica rechazó, disgustada, el plan. No obstante, la esperanza seguía en pie. En los siguientes viajes, ya no hubo problemas para enrolar voluntarios, antes bien se produjeron colas, y la gente se daba de bofetadas por ir. Las nuevas tierras descubiertas no eran tan ricas como se pensaba pero se había corrido la especie de que las indias «son de muy buen acatamiento y son las mayores bellacas y más deshonestas y libidinosas mujeres que se han visto». Unos años más tarde, cuando el rebelde Roldán desertó de la primera colonia americana y se echó al monte, el programa electoral que pergeña para atraer a la gente a su bando abunda en la misma idea: «En lugar de azadones, manejaréis tetas; en vez de trabajos, cansancio y vigilias, tendréis placeres, abundancia y reposo.»
[Juan Eslava Galván, Historia de España contada para escépticos]