miércoles, 9 de junio de 2010

El cine que no vemos

Indefectiblemente, los festivales están asociados a la frase “el cine que no vemos”, insistente pero cierta. Existió un tiempo en que las películas comerciales y el cine de autor compartían las mismas salas de los circuitos de explotación, y no hacía falta promocionar a los festivales como “el cine que no vemos”.

Pero desde hace años se abrió una brecha, y el mercado decidió que el público sólo vería entretenimientos comerciales, desalojando al cine de autor, al cual se lo discriminó llamándolo “el otro cine”, y que encontró su refugio en los festivales. Además, las películas se multiplicaron por las facilidades proporcionadas por las nuevas tecnologías digitales.

Esa abundancia se refleja en los catálogos de los festivales, donde una fronda de nombres de directores taiwaneses, serbios y finlandeses suelen resultar desconocidos a la hora de seleccionar una película para ver.

Por lo tanto, si uno tropieza con un nombre familiar, siente alivio, como el del respetado Harun Farocki, alemán de origen turco, uno de los documentalistas más originales de la actualidad, que el público santafesino tuvo la fortuna de apreciar en un ciclo en ATE. De Farocki se proyectó el mediometraje “En comparación”, muy reciente. Su tema es el ladrillo, de interés tanto para albañiles y arquitectos, como para estudiosos de la cultura industrial.

Farocki describe minuciosamente la manufactura y fabricación de ladrillos en Burkina Faso, la India y países europeos desarrollados, con su estilo parco, casi arisco, suministrando la información mínima con breves subtítulos. Como siempre, exige concentración al espectador.

Hay procesos primitivos, como en Burkina Faso, con un trabajo comunitario organizado, sin cocción. En la India la escala es otra, pero siempre con sudor humano. De todos modos, hay mezcladoras, alguna precaria cinta transportadora y los ladrillos se cocinan. En los países europeos los ladrillos salen de fábricas de gran tecnología, al extremo de que no se ven seres humanos, salvo uno, aburrido frente a un tablero y un monitor. La automatización y los robots los han desplazado. Y los ladrillos, unidos en paneles, forman una superficie pixelada, como una suerte de diseño abstracto, donde ya no hay rastros del esfuerzo humano. Partiendo del ladrillo, Farocki ha comparado el trabajo en las sociedades tradicionales y en las sociedad industrial.

[Roberto Maurer, diario El Litoral de Santa Fe, Argentina]