Cuando uno ve una película no sabe si es un film de ficción o un documental. Las apariencias pueden engañarnos. Una película que parte de un hecho real no es necesariamente un documental y otra que cuenta una historia no es inevitablemente de ficción. Incluso existen películas de ficción que utilizan elementos que constituyen lo que se podría llamar "estilo" documental y hay cineastas documentalistas que confiesan que han buscado en sus películas el estilo del film de ficción.
El cine documental, al parecer, tiene ciertas obligaciones, como la de "enseñar" algo que uno no sabe, o mostrar cosas de manera "objetiva", es decir impersonal, que no parecen ser sino tentativas para arrinconarlo, para impedirle ser, plenamente, cine.
Cuando un espectador de televisión, manejando el control remoto, llega a uno de los canales llamados documentales, lo que generalmente ve es la gigantesca cabeza de un insecto, una hormiga o una araña. Esa es la marca del documental en la televisión.
El relativo éxito de este tipo de documentales (al menos se logra que alguien que "normalmente" hubiese cambiado rápidamente de canal siga viendo el programa) se basa en algo que es al mismo tiempo un malentendido y un componente real del cine documental: el espectador considera que debe seguir viendo el programa a pesar de que le aburra, porque está aprendiendo algo.